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miércoles, 9 de noviembre de 2016

Los bancos centrales nos han privado de los beneficios del libre comercio



 


El término “globalización” (en la esfera de la economía) describe un aumento en el comercio y un mayor movimiento de capital y mano de obra a través de fronteras nacionales y regionales.
El libre comercio hace mucho que está entre los factores impulsores de la globalización económica y, durante siglos, los economistas han estado en general de acuerdo en que el libre comercio es una fuerza importante a la hora de crear riqueza y crecimiento económico. Incluso economistas que están en desacuerdo en casi todo lo demás, pueden estar a menudo de acuerdo en que rebajar las barreras al comercio es algo bueno.
Sin embargo, políticamente, las cosas han cambiado. Hoy en día, a los grupos sindicales organizados, en un tiempo las únicas voces que se oponían a la globalización económica (cuyo papel es proteger a sus miembros frente a la competencia tanto nacional como extranjera), se les han unido campañas políticas “contra el establishment”, desde Bernie Sanders en la izquierda a Donald Trump en la derecha, ambos aprovechando un extendido descontento popular. Incluso Hillary Clinton, que una vez se refirió al pacto supuestamente de libre comercio conocido como TPP como “el patrón oro” de los acuerdos comerciales, ahora afirma oponerse a él. Los políticos, de un modo no sorprendente, están siguiendo el sentimiento popular, esperando conseguir votos. La postura anticomercio es ahora la postura más sencilla a tomar por un político estadounidense, al menos públicamente.
Este es un cambio importante. Los aranceles, después de todo, son impuestos. Son impuestos que se aplican a una base fiscal amplia (todos los consumidores). Y aun así, la postura en contra de los impuestos se está haciendo demasiado peligrosa políticamente como para ser defendida.

¿Causa desigualdad económica el libre comercio?

¿Por qué ha crecido el sentimiento proteccionista? ¿Qué ha cambiado?
Con respecto al declive de la fortuna política de libre comercio es importante la percepción de que la globalización y el aumento de la desigualdad han ido de la mano y por tanto de que una debe haber causado lo otro. En Forbes en mayo de 2015, Mike Collins escribe: “la queja general acerca de la globalización es que ha hecho más ricos a los ricos haciendo más pobres a los no ricos. Es maravillosa para (…) propietarios e inversores, pero un infierno para los trabajadores”. Continúa: “durante el período más reciente de crecimiento rápido en el comercio y la inversión globales (…) la desigualdad empeoró tanto internacionalmente como dentro de los países”.
¿Pero empeoró la globalización la desigualdad e impulsó a la baja los salarios para los trabajadores de rentas inferiores? ¿O la globalización simplemente coincidió con estas tendencias? ¿Hay algún otro factor más importante? Después de todo, se espera que la globalización cree fricción en el mercado laboral pero solo como parte de una mayor mejora en la eficiencia. Esto a su vez reduciría los precios y aumentaría los salarios reales en todo el mercado global. ¿Simplemente esto no se materializó? ¿O entró en juego alguna otra fuerza, permitiendo la competencia al mercado laboral, pero compensando o reduciendo (o desviando) los beneficios en términos de precios?
Sí se ha comparado la globalización con los precios en aumento. El efecto neto de la globalización sobre los precios ha sido descrito con una palabra: desinflación. Escribiendo para el Roubini Economonitor en agosto de 2013 Gregor Schwerhoff y Mouhamadou Sy escribían: “Desde 1990 hasta hoy, las tasas arancelarias de todo el mundo han disminuido continuamente en un impulso mundial para liberalizar el comercio. Como consecuencia, el comercio ha repuntado. La porción de importaciones y exportaciones en el PIB ha aumentado desde una media global del 38% en 1990 a un 54% en 2005. Aunque la relación causal entre tasas arancelarias y comercio es directa, ha habido otra evolución, tal vez más sorprendente. En el mismo periodo, la inflación cayó de una media del 26% a un mero 4%, una tendencia llamada ‘desinflación global’”.

Desinflación y rentas reales en aumento

Pero si fuera así, ¿por qué los salarios reales y las rentas reales del 99% inferior de los estadounidenses no mejoran, sino que se estancan, mientras que aumentan las rentas reales del 1% superior de los estadounidenses?
La siguiente observación de Schwerhoff y Sy revela la mayor fuerza en funcionamiento: “la globalización (…) aumenta la eficiencia de la economía, lo que permite a las empresas producir más. Si el banco central no aumenta la cantidad de dinero en respuesta a este crecimiento adicional de la producción, disminuye la inflación”.
Sin embargo, esta observación está incompleta. Debemos también señalar que (1) naturalmente, las mejoras de eficiencia, en igualdad de condiciones y con dinero estable, producirían deflación, no simplemente desinflación y (2) sabemos que la oferta monetaria no fue estable: el banco central, en casi todos los países,  aumentó la cantidad de dinerosignificativamente. De hecho, los bancos centrales lo hicieron a propósito para llegar a una tasa “objetivo” de inflación del 2%, a partir de una estrategia pensada para “luchar contra la deflación” (en palabras de Ben Bernanke, para “asegurarse de que eso no ocurre aquí”).
Esto significa que, sin la intervención inflacionista que los bancos centrales, probablemente la globalización no hubiera producido solo desinflación, sino deflación, que es más probable que hubiera generado el prometido aumento en las rentas reales, que habría generado satisfacción popular, no insatisfacción con la globalización.
El que hayamos experimentado “desinflación” en lugar de “deflación” demuestra que Ben Bernanke y los demás banqueros centrales tuvieron éxito en “asegurarse de que eso no ocurre aquí”, pero “eso” era una caída en los precios reales o un aumento en las rentas reales (es decir, el beneficio principal que se suponía que la globalización conferiría y habría conferido a la mayoría de la gente).
Consecuentemente, las ventajas de la deflación (explicadas aquíaquíaquíaquí y aquí) nunca se produjeron. Por el contrario, el compromiso del banco central con el dinero barato llevó a una burbuja mundial inmobiliaria y de materias primas y a la inflación general de los mercados mundiales de acciones y bonos.
El problema real de la globalización no ha sido un aumento en el comercio o (en la medida en que exista) una verdadera liberalización de las restricciones al comercio. En una economía intervenida, estas tendencias llevarían a beneficios evidentes y medibles. Por desgracia, estos beneficios se han desviado, a través de la inflación de la oferta monetaria, de trabajadores y ahorradores a poseedores de activos financieros.
La única manera por la que le infracción de la oferta monetaria habría sido una política sensata sería si la tesis de Bernanke hubiera sido correcta. Por desgracia, la tesis no es correcta. De hecho, sabemos que la deflación no es una amenaza, sino algo bueno para la economía, especialmente para trabajadores y ahorradores. De hecho, en un trabajo de la NBER de 2004, los autores (dos economistas que trabajaban para la Fed de Minneapolis) estaban de acuerdo con la opinión austriaca, señalando que históricamente no hay correlación, ni mucho menos relación causal, entre episodios de depresión y precios a la baja. Incluso si creyéramos en deflación “buena” frente a “mala”, la deflación resultante de las eficiencias es deflación “buena”.
En realidad, la inflación de la oferta monetaria que nos impusieron los bancos centrales no previno una misteriosa espiral económica de la muerte. Simplemente puso en marcha las fuerzas económicas que ahora lamentan los trabajadores que han visto disminuir sus ganancias reales debido a la inflación de precios de los activos y la inflación de la oferta monetaria.

El artículo original se encuentra aquí.

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