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domingo, 5 de febrero de 2017

Un análisis de la relación entre atesoramiento, inversión y crecimiento económico



 


[Extraído de Quarterly Journal of Austrian Economics 19, nº 3 (Otoño 2016): 248-266]

Introducción

El crecimiento económico es el objetivo declarado de prácticamente todos los políticos del mundo. Desde un punto de vista pragmático, se puede argumentar que el principal propósito de la economía política es prescribir políticas públicas que generen prosperidad (Fetter, 1928). Queda fuera del ámbito del artículo actual analizar sistemáticamente todos los determinantes de crecimiento económico. Me centraré por el contrario en la relación entre acumulación de capital y crecimiento económico, en un intento de relacionar cualquier aumento en el bienestar de un país con un previo aumento de sus existencias de bienes de capital. Sin embargo, en una economía monetaria, el capital puede acumularse de más maneras que en una simple economía de trueque. El medio general de intercambio otorga a la gente la posibilidad de acumular recursos sencillamente acumulando existencias personales de caja, un proceso económico al que se califica normalmente como atesoramiento.
Es por tanto el hecho de que el dinero sea una fuerza motriz por sí mismo (es decir, no es neutral a corto plazo) lo que ofrece la base para el presente estudio. Argumentó que aumentar los balances de caja de una sociedad General al crecimiento económico, pero en un momento posterior comparado con la situación en la que la misma cantidad de dinero se hubiera invertido directamente. Esto puede demostrarse a priori recurriendo a la teoría del capital y usando el método de la estática comparativa.
El crecimiento de la producción se demorará por debajo de su tasa potencial a corto plazo si la gente aumenta sus balances de caja debido a la incapacidad de los factores de producción, especialmente del tipo de interés del mercado, para ajustarse rápidamente a la variación en la demanda de dinero. Utilizar un mercado organizado para el ahorro (por ejemplo, el mercado financiero) podría probablemente ofrecer beneficios adicionales en términos de rapidez. Así, aunque atesorar es una herramienta de promoción del crecimiento a largo plazo, probablemente no sea la mejor debido a la los retrasos en el ajuste en los tipos de interés.

Reseña de la literatura sobre atesoramiento y crecimiento económico

Como economista, creo que la acumulación de capital es la causa fundamental (o determinante) del crecimiento económico.[1] Esto no equivale en modo alguno a decir que sea la única causa. Se puede argumentar coherentemente que hay al menos tres determinantes del crecimiento económico (Hülsmann, 2011): (1) acumulación de capital; (2) un aumento en la división del trabajo y (3) innovación tecnológica. Este artículo es un análisis ceteris paribus del crecimiento económico, que supone como constantes el progreso tecnológico  y el nivel de especialización (es decir, la división del trabajo). Esta idea de relacionar acumulación de capital con crecimiento económico es muy común. La historia del pensamiento económico nos enseña que se remonta hasta La riqueza de las naciones, de Adam Smith (2007 [1776], p. 213), en la que el autor escribe que: “la acumulación de existencias es necesaria previamente para llevar a cabo esta gran mejora en los poderes productivos del trabajo, de forma que la acumulación lleva naturalmente a esta mejora”. Sin embargo, no fue hasta los escritos de Eugen von Böhm-Bawerk (1890, 1930) cuando la teoría del capital se convirtió en una rama autónoma de principios económicos. Posteriormente, la teoría del capital pasaría a asociarse con la llamada Escuela Austriaca de economía, floreciendo en las obras de Hayek (1936, 2008 [1931], 2009 [1941]), Mises (1998 [1949]), Strigl (1934) y Rothbard (2009 [1962]).[2]
El fenómeno del atesoramiento, por otro lado, fue menos notable en la historia del pensamiento económico. Pasó al frente de las disputas económicas durante un tiempo durante el famoso debate entre Keynes y Hayek en la década de 1930. Dicho de manera breve, en 1932 J. M. Keynes, A. C. Pigou y otros cuatro economistas redactaron y firmaron una carta en la que desaconsejaban el ahorro y defendían el gasto público para rellenar el hueco causado por el “reticente” sector privado. La carta fue publicada por el Times y se convirtió en lo que se iba a conocer posteriormente como “la paradoja del ahorro”.[3] Solo dos días después se publicó en la misma revista una carta de respuesta escrita por F. A. Hayek, Lionel Robbins, T. A. Gregory y Arnold Plant (Leeson, 2014, pp. 90-91). Los famosos economistas de la LSE argumentaban que aunque los peligros deflacionistas del atesoramiento eran bien conocidos desde los escritos de los clásicos, sería un desastre para la economía si la gente dejara de ahorrar a través de depósitos en bancos o valores (ibídem). Después de que la economía keynesiana se convirtiera en la teoría dominante, al atesoramiento se clasificaba en general como una costumbre económica antisocial y perjudicial. El deseo de tener efectivo a mano, que, en términos keynesianos, está determinado por la preferencia de liquidez de la gente (Keynes, 1936), se consideraba un proceso que arrastraba hacia atrás a la economía. Casi todos los políticos aceptan hoy el paradigma keynesiano de tratar de estimular la demanda agregada a través de un mayor consumo para generar crecimiento.
Resulta interesante que puedan encontrarse ideas teóricas dispersas relacionadas con este tema particular en la discusión en torno a la doctrina del ahorro forzoso. Esto no debería ser una sorpresa, ya que los dos asuntos están relacionados. La doctrina del ahorro forzoso analiza en buena medida un caso clásico en el que los productores se benefician a corto plazo de un aumento en la cantidad de dinero en perjuicio de los perceptores de rentas fijas (Ahiakpor, 2009). Así que representa un análisis de cómo un aumento general en los precios da a los productores un poder adquisitivo adicional a corto plazo, debido a la demora en el ajuste de los costes de los productores (salario, renta e interés). Los empresarios pueden utilizar sus mayores ganancias reales para alargar la estructura de producción y estimular el crecimiento económico. Este artículo, por el contrario, estudia una situación inversa. El objetivo es demostrar que el atesoramiento (es decir, un aumento en la acumulación monetaria de capital) es una herramienta de promoción del crecimiento bastante subóptima, debido al ajuste demorado a corto plazo del tipo de interés del mercado.
Argumento que Hayek (2008 [1931], pp. 131–187), en particular, y la Escuela Austriaca (De Soto, 2006; Rothbard, 2009 [1962]), en general, han dado argumentos abundantes respecto de por qué el consumo no puede aumentar la prosperidad por sí mismo. Sin embargo, parece haber una falta de literatura económica que analice comparativamente si en una economía monetaria el atesoramiento es de alguna manera distinto de la inversión con respecto o al crecimiento económico. Por supuesto, hay algunas excepciones notables, dos de las cuales, en mi opinión, nos dan un atisbo de las posibles actitudes que pueden adoptarse hacia el atesoramiento.[4]
El primer tipo de actitud hacia este asunto nos lo revela Eugen von Böhm-Bawerk (1930, pp. 115-116) en La teoría positiva del capital:
Un pueblo económicamente desarrollado no atesora, sino que coloca lo que ahorra, en busca de títulos valiosos, depósitos en un banco o caja de ahorro, en valores crediticios, etc. De esta manera la cantidad ahorrada se convierte en parte del crédito productivo; aumenta el poder adquisitivo de los productores para fines productivos; es por tanto la causa de una demanda extra de medios de producción o productos intermedios y esto, en último término, induce a quienes tienen la regulación de las empresas a invertir los poderes productivos a su disposición en estos productos intermedios.
En esta cita queda claro que según Böhm-Bawerk el progreso económico deriva de la capacidad de un pueblo para invertir sus recursos ahorrados. Al hacerlo, las personas que economizan transfieren su exceso de poder adquisitivo a los productores, que así pueden empezar procesos de producción más largos e industriosos.
Rothbard, por el contrario, adoptar una postura algo diferente sobre el asunto. Rothbard (2009 [1962], p. 776) dice que el atesoramiento:
es sencillamente un aumento en la demanda de dinero y el resultado de este cambio en las valoraciones es que la gente en consigue lo que desea, es decir, un aumento en el valor real de sus balances de caja y de la unidad monetaria. (…) No tiene que cambiar en absoluto ninguna otra relación económica importante (renta real, estructura de capital, etc.).
A partir de esta última frase, el mensaje que parecemos obtener de Rothbard es que el atesoramiento no tiene ningún efecto generalizado sobre la estructura de producción ni implícitamente sobre el crecimiento económico. Esto significaría que la dinámica de la estructura de capital no está afectada por un aumento en el deseo de la gente de tener efectivo y que no puede existir ninguna relación directa entre atesoramiento y crecimiento económico.
Pretendo demostrar en los siguientes pasajes que se pueden presentar argumentos económicos en defensa de la primera opinión y en contra de la segunda. Pueden usarse estáticas comparativas para demostrar que el atesoramiento implica esencialmente un alargamiento de la estructura de producción a largo plazo. Sin embargo, aumentar los balances de efectivo monetario no representa la mejor herramienta de promoción del crecimiento, debido a sus efectos transitorios a corto plazo sobre la configuración de los precios.

Un breve glosario

Aunque normalmente una lista en términos como esta se encuentra al final de un libro, dado el alto nivel de disensión entre los economistas con respecto a las nociones particulares que vamos a usar, encuentro útil definirlas antes de empezar la exposición.
Los primeros términos que deberíamos tratar son consumoahorro y atesoramiento y las relaciones particulares entre ellos. En este punto de la explicación espero haber dejado claro que defino el ahorro como no consumo. Por tanto ahorro y consumo son dos nociones mutuamente exclusivas, es decir, una persona puede consumir cierta cantidad de recursos o no, en cuyo caso está ahorrando recursos.
En una economía monetaria del ahorro puede tomar dos[5] formas principales, que son adiciones a balances privados de efectivo (es decir, atesoramiento) o inversiones (depósitos a plazo, compra de acciones o bonos u obtención directa de bienes de capital e inicio en nuevos procesos de producción en el mercado).[6] Está claro que tanto el ahorro como la inversión son posibilidades cuando el hombre que actúa renuncia al consumo presente, teniendo en la cabeza mayores satisfacciones futuras. Tienen fundamentalmente la misma naturaleza, en el sentido de que dependen de las preferencias temporales de la gente, es decir, de su voluntad de sacrificar el consumo presente ante la perspectiva de aumentar el consumo futuro (Mises, 1998 [1949], pp. 483-490). Cuando la gente atesora, normalmente[7] retira una cierta suma de dinero de su renta actual, una suma que habría usado previamente para fines de consumo, y la mantiene para un uso futuro.
Ahora que esperamos haber aclarado todas las posibles confusiones en torno a las relaciones conceptuales entre ahorro, consumo, atesoramiento monetario e inversión, podemos pasar al asunto todavía más complicado, si no imposible, de definir el crecimiento económico. En este artículo seguiré a Hülsmann (2011, pp. 36-37) definiendo al crecimiento económico como un aumento sistemático de la producción física de bienes de consumo. Soy consciente de los defectos de la definición elegida. Sin embargo, consideramos que es casi imposible definir crecimiento económico en términos monetarios, porque no hay posibilidad de sustraer los efectos sobrepuestos generados por las variaciones en el poder adquisitivo de la unidad monetaria a lo largo de cierto periodo de tiempo, de los efectos subyacentes causados por las fuerzas reales. Así, el aumento del valor monetario de los bienes finales producidos en, por ejemplo, un año, es irrelevante, ya que el poder adquisitivo de la unidad monetaria podría haber variado en cualquier sentido debido a las variaciones inducidas en el efectivo (es decir, cambios en la oferta o la demanda de dinero).[8] En mi opinión, si no estamos dispuestos a renunciar completamente a la expresión “crecimiento económico” debemos estar dispuestos a referirnos a este en términos físicos. Es verdad por otro lado que ahora afrontamos otro problema serio, que es que en una sociedad que está produciendo bienes no homogéneos puede haber situaciones en las que la producción de algunos bienes haya aumentado, mientras que la producción de otros ha disminuido. El economista se encuentra en este caso con la imposibilidad de decidir ex post si la sociedad ha experimentado crecimiento o no. Por tanto, la solución que propongo es referimos al crecimiento económico como una tendencia sistemática al alza en la producción de casi todos los bienes finales. Si existe esta tendencia general, podemos decir que una sociedad ha experimentado crecimiento.[9]

Las relaciones causales entre atesoramiento, inversión y crecimiento económico

Dado el hecho de que ya hemos definido las nociones económicas que se emplearán en el presente análisis y de que hemos colocado la discusión en su contexto histórico, podemos ahora proceder con el tema principal del artículo, que es el estudio de las relaciones causales entre atesoramiento, inversión y crecimiento económico. La forma en que voy a realizar este estudio es utilizando análisis estáticos comparativos aplicados a dos escenarios hipotéticos. Después de demostrar  que tanto el atesoramiento monetario como las inversiones son herramientas de promoción del crecimiento, daré brevemente argumentos adicionales para sugerir que el atesoramiento produce ciertas incertidumbres que pueden posponer el crecimiento económico futuro.

La tesis

Pretendo demostrar que tanto el atesoramiento como la inversión llevan a un alargamiento de la estructura de producción y consecuentemente al crecimiento económico futuro a largo plazo. Sin embargo, argumento que los ahorros a través de la inversión sí generan beneficios adicionales en términos de velocidad (es decir, un crecimiento económico será algo más rápido) y que estas ventajas derivan de la imposibilidad de la estructura de precios para ajustarse instantáneamente a variaciones en la demanda total de dinero.[10] Es lo mismo que decir que tanto el atesoramiento como la inversión son herramientas de promoción del crecimiento a largo plazo, pero la última parece ser la óptima debido a sus efectos positivos adicionales a corto plazo.
Es importante señalar que cuando me refiero al “largo plazo” me limito a indicar que hay una ley de tendencia en el sentido clásico de la expresión. Así, hay una tendencia sistemática en la economía a impulsar al mercado hacia cierto punto de equilibrio a pesar de que ese punto nunca se alcance en la vida real.[11]
Ahora para demostrar la tesis antes mencionado, respectivamente de que tanto o el atesoramiento como la inversión tienen los mismos efectos a largo plazo, pero la inversión ofrece mayores beneficios en términos de velocidad, son necesarias unas pocas premisas teóricas adicionales. Así que necesitamos la teoría hayekiana de la estructura de producción que aparece en Precios y producción (Hayek, 2008 [1931])[12] y el análisis de Ludwig von Mises sobre el tipo de interés en La acción humana (1998 [1949], pp. 538-550).[13] Aparte de estas dos obras de conocimiento teórico, todo lo que hace falta es emplear el método del análisis estático comparativo sobre un ejemplo hipotético que incluye dos escenarios.

Los dos escenarios

Supongamos una economía cerrada en la que, para simplificar, la gente solo tenga tres opciones: consumir, atesorar efectivo o abrir depósitos a plazo en bancos (es decir, consumo  atesoramiento e inversión). También con el mismo fin, supongamos que tenemos un sistema de banca de reserva 100%, en el que los únicos productos de ahorro disponibles ofrecidos por el banco son depósitos a plazo, es decir, depósitos que producen interés y en los que una vez abiertos no se puede retirar el dinero hasta llegar a la fecha de vencimiento.[14]
En esta economía hipotética podemos construir dos escenarios: uno en el que todos los recursos ahorrados se invierten y otro en el que parte de los recursos ahorrados se mantienen en balances individuales de efectivo. Un propósito del ejercicio es usar la teoría del capital para demostrar que ambos escenarios llevan al mismo resultado a largo plazo,[15] pero también reunir suficientes argumentos para sugerir que la inversión promovería un crecimiento más rápido.
Escenario uno
El primer escenario consiste en la suposición de que se alcanza el equilibrio en nuestra sociedad hipotética y que la gente invierte (es decir, hace depósitos a plazo del) 20% de su renta anual y usa el resto para fines de consumo. Supongamos ahora de nuevo que (por cualquier razón) cambia la tasa social de preferencia temporal y la gente ahora ahorra el 40% de su renta anual. La sociedad ahora pasará del anterior punto de equilibrio a uno nuevo, en el que la estructura de producción se verá alargada. Pueden hacerse ciertas afirmaciones económicas adicionales en este caso.
Para empezar, la disminución en la preferencia temporal social ha causado un aumento en el ahorro del 20 al 40% de la renta total de la sociedad (que en este caso concreto es igual a la inversión porque hemos supuesto que todo el dinero estaba depositado en los bancos. Esto significa que el tipo de interés del mercado debe disminuir, porque hay más recursos que pueden conseguir los empresarios. Los empresarios ahora son libres para invertir en procesos de producción más largos, ya que el crédito es más barato.[16] Al hacer esto, aumentan el crecimiento económico futuro, ya que los procesos más largos de producción son necesariamente más productivos desde un punto de vista físico, como sabemos a partir del principio de Böhm-Bawerk arriba citado. En el marco teórico que hemos diseñado, esto significa en la práctica que habrá un aumento en la producción futura de bienes de consumo, como consecuencia del aumento presente en las existencias de capital.
Todo esto debería sonar bastante sencillo y claro para cualquiera familiarizado con la teoría austriaca del capital. Lo único que me gustaría destacar es el papel desempeñado por bancos e intermediarios financieros en todo el proceso. Después de recibir los nuevos fondos, los bancos pueden usarlos para dar crédito productivo. La única manera en la que pueden acomodar estos créditos en el mercado es, en igualdad de condiciones, a un tipo menor de interés. Así que el tipo de interés caerá casi inmediatamente en el mercado del préstamo debido a la entrada de flujos monetarios.
Sin embargo, la situación se complica más cuando introducimos un nuevo factor “perturbador” en el escenario: el atesoramiento monetario.[17] Lo vemos a continuación.
Escenario dos
El segundo escenario consiste básicamente en la misma tendencia económica, es decir, una sociedad que aumenta sus ahorros de un nivel agregado del 20% a un nivel agregado del 40% de la renta anual total. Sin embargo, introduciremos ahora una suposición más, en el sentido de que los recursos monetarios recién ahorrados (que representan el 20% de la renta anual total) no se invertirán a través del sistema bancario, sino que se atesorarán en las casas de la gente. La cuestión que se plantea es si hay alguna diferencia entre esta situación en la primera.
… Y sí, la hay. La clave es mantener en mente que el dinero es una fuerza motriz por sí mismo y que cualquier variación en la oferta o demanda de dinero afectará al poder adquisitivo de la unidad monetaria. Pero los problemas que se concentran en torno al tipo de interés son todavía más interesantes y deberían atraer nuestra atención para responder a la pregunta de la investigación.
Cuando nos referimos al interés, normalmente tenemos en mente la prima que se obtiene sobre un principal de dinero que se presta. Este fenómeno que se produce naturalmente no es otra cosa que el tipo de interés del mercado, es decir, el interés sobre los préstamos a corto y medio plazo en el mercado monetario (Mises, 1998 [1949]). Este es el indicador relevante de la vida real para estimar la preferencia temporal de la gente y por tanto el único que usan los empresarios para ajustar la estructura de la producción (Strigl, 1934; Mises, 1998 [1949]). Sabemos que la disminución en la tasa de interés causa un alargamiento de la estructura de producción y que esto a su vez aumenta el crecimiento económico futuro (Hayek, 2008 [1931]). Esta es una de las principales tesis de la teoría austriaca del capital y sobre la que se construye todo el argumento del presente trabajo. Sin embargo, para que este aumento en la estructura de producción tenga lugar en la vida real debe haber una disminución previa en el tipo de interés del mercado. Pero esta es exactamente la razón particular que diferencia el segundo escenario del primero. A corto plazo, el tipo de interés del mercado no cae cuando la gente atesora una parte de los recursos ahorrados. Esto ocurre porque el dinero recién ahorrado no llega al mercado de capitales y por tanto no se transforma en crédito productivo. Aun así, esto no significa que el atesoramiento sea neutral sobre la estructura de la producción, como algunos economistas parece sugerir (Rothbard, 2009 [1962], p. 776), por las razones que he comentado anteriormente.
Demos un paso más en el análisis. Para tratar los problemas teóricos que rodean al concepto de interés, los economistas (Mises, 1998 [1949], pp. 538-545) descomponen el tipo de interés del mercado en tres componentes principales: el tipo natural de interésun componente empresarial y un componente de poder adquisitivo. En nuestro caso particular, no nos interesa el segundo componente, el empresarial, así que lo mantendremos bajo la cláusula de en igualdad de condiciones y comentaremos los dos elementos restantes. El tipo natural de interés representa el tipo de interés que se alcanza cuando una sociedad llega al equilibrio[18] y depende completamente de la preferencia temporal social.
Sin embargo hay situaciones en las que una tendencia subyacente al equilibrio puede verse afectada a corto plazo por causas perturbadoras, por usar la terminología de Blaug (1997, pp. 51-66). Algunos de los factores más importantes que pueden causar una divergencia de un tipo de interés del mercado frente al tipo puro interés en una economía monetaria son las variaciones en la relación entre la oferta y demanda de dinero. Esta es la razón por la que el tipo de interés del mercado contiene un tercer elemento, un componente del poder adquisitivo que ajusta el tipo de interés a corto y medio plazo a las variaciones en el poder adquisitivo del dinero. Este tercer componente es una prima positiva o negativa en los precios: si todos los precios aumentan, tiene un valor positivo; si todos los precios disminuyen, su valor se convierten negativo. Veremos además que este tipo de discusión teórica nos ayudará a responder a nuestra pregunta de investigación.
El escenario dos pretende presentarnos un ejemplo de una sociedad en la que habría una discrepancia a corto plazo entre el tipo de interés del mercado y el tipo puro interés. El primero seguirá básicamente igual a corto plazo, porque los fondos extra no caerán directamente sobre el mercado del crédito, mientras que el segundo disminuirá debido a la correspondiente caída en la preferencia temporal social. Sin embargo, como economistas sabemos que esa situación no puede persistir, dado que el mercado tiene una tendencia natural a eliminar esas discrepancias. Ludwig von Mises (1998 [1949], pp. 538–539) es extremadamente elocuente sobre este tema particular en su tratado económico La acción humana:
Los cambios en la relación monetaria pueden bajo determinadas circunstancias afectar primero al tipo de interés del mercado del préstamo, a lo que podemos llamar el tipo bruto (o de mercado) de interés del dinero. ¿Pueden esos cambios en el tipo bruto del dinero causar que el tipo neto de interés incluido en él se desvíe permanentemente del lugar que le corresponde al tipo del interés originario, es decir la diferencia entre la valoración de los bienes presentes y futuros? ¿Pueden los acontecimientos en el mercado del préstamo eliminar total o parcialmente el interés originario? Ningún economista dudaría en responder negativamente a estas preguntas.
Esta es la razón principal por la que afirmaba que atesoramiento e inversión tienen necesariamente el mismo efecto a largo plazo. El mecanismo del mercado tiene una fuerza impulsora que asegura que los recursos se asignan de una manera óptima. A largo plazo no pueden existir recursos ociosos. Cada vez que alguien decide gastar menos dinero para fines de consumo, hay un cambio correspondiente en las fuerzas productivas de la sociedad. Para cada penique ahorrado habrá, a largo plazo, un empresario que alterará marginalmente la estructura de producción, en el sentido de hacerla más indirecta y, por tanto o, más productiva.
Pero todavía no hemos respondido a nuestra pregunta. Como mencioné antes, el escenario uno y el escenario dos describen dos vías ligeramente distintas hacia el mismo punto de equilibrio. La preferencia temporal social es la misma en ambos, es decir, ambos representan sociedades en las que la gente aumenta sus ahorros del 20% al 40% de la renta total. ¿Cómo se manifiestan los recursos ahorrados en forma de efectivo atesorado en el tipo de interés del mercado? Este es el punto en el que el componente del poder adquisitivo se convierte en una herramienta extremadamente útil para nuestro análisis.
En el escenario uno, en el que todas las personas mantienen su dinero ahorrado en bancos, el tipo de interés del mercado cae casi inmediatamente de acuerdo con el cambio de la preferencia temporal social. Sin embargo, en el segundo escenario, habría un desvío a corto plazo entre el tipo real del mercado y el tipo puro de interés. Este desvío será corregido a través del componente del poder adquisitivo. Cuando la gente atesora dinero, el poder adquisitivo la unidad monetaria aumenta constantemente y la estructura de precios cambia gradualmente. Sin embargo, este es un proceso complicado a través del cual deben alterarse todos los precios en la economía y el ajuste del tipo del interés del mercado a través del componente del poder adquisitivo siempre irá por detrás de los movimientos de precios. Este proceso es descrito por Mises (1998 [1949], p. 545):
Hemos demostrado una razón por la que la prima de precio puede en el mejor de los casos atemperar en la práctica, pero nunca eliminar completamente, las repercusiones de los cambios inducidos por el efectivo en la relación monetaria sobre el contenido de las transacciones de crédito. (…) La prima de precios siempre se demora con respecto a los cambios en el poder adquisitivo porque lo que la genera no es el cambio en la oferta de dinero (…), sino los efectos (necesariamente posteriores) de estos cambios sobre la estructura de precios.
Así que, aunque el atesoramiento monetario a largo plazo no es nada más que un caso particular de acumulación de capital, no genera a corto plazo nada que pueda calificarse como un problema de “eficiencia temporal”. Es así porque el tipo de interés del mercado no puede adaptarse instantáneamente a la nueva situación y es exactamente este indicador el que entra en el proceso de toma de decisiones del empresario. Si la gente aumenta sus posesiones monetarias durante un período importante de tiempo, todos los precios deben adaptarse gradualmente antes de que el tipo de interés del mercado pueda ajustarse a través del componente del poder adquisitivo.
Por otro lado, si recordamos el escenario uno, en el que todas las personas invertían directamente (en nuestro ejemplo concreto todos los ahorros se mantenían en depósitos a plazo), la situación era mucho más sencilla en el sentido de que el tipo de interés del mercado se adaptaba casi instantáneamente y los empresarios podían aprovechar directamente los beneficios de la mayor acumulación de capital. Esta es la razón por la que afirmo que aunque tanto el atesoramiento como la inversión son herramientas de promoción del crecimiento, el primero no produce necesariamente a corto plazo incertidumbres en la relación monetaria que retrasen relativamente el crecimiento económico.

Los beneficios de un mercado organizado

Considero que la principal tesis del presente trabajo es bastante intuitiva. El aparato teórico empleado tenía el único propósito de desarrollar una argumentación formal a favor de demostrar que el atesoramiento es una forma particular de acumulación de capital a largo plazo. Sin embargo, el atesoramiento monetario sí parece crear una demora temporal a corto plazo frente a la inversión directa de los recursos ahorrados, demora que es causada por los ajustes necesarios en el tipo de interés del mercado debidos a la variación en el poder adquisitivo de la unidad monetaria.
En la presente sección, trato de de dar más razones por las que el ahorro a través de los bancos[19] puede ofrecer beneficios adicionales acelerando el crecimiento económico. El argumento anterior y bastante directo que ofrecí fue que cuando todos los recursos ahorrados van al sistema bancario, el tipo de interés del mercado se ajusta casi inmediatamente. Los empresarios pueden beneficiarse de esta manera más rápidamente de un tipo inferior de interés, lo que les permite alargar la estructura de producción y por tanto aumentar el crecimiento económico futuro. El proceso de ajuste será más intrincado si la gente decide atesorar la misma cantidad de dinero. En este caso, solo después de que todos los movimientos de precios llegan a término (es decir, después de que todo los precios se ajustan completamente al nuevo poder adquisitivo) puede caer el tipo de interés del mercado, basándose en la prima negativa del poder adquisitivo. Si esta línea de argumentación no ha convencido todavía completamente al lector, tratemos brevemente de usar una aproximación adicional.
Esto ocurre porque los bancos son una forma especializada de intermediario. Son vendedores al por mayor, es decir, recogen dinero de numerosas personas desperdigadas y generalmente prestan a un pequeño número de empresarios. Es un hecho conocido que los intermediarios desempeñan un papel beneficioso para la sociedad, en el sentido de que disminuyen rápidamente las diferencias de precios, impulsando al mercado hacia el equilibrio. En un mundo basado en la división internacional del trabajo, los productores especializados deberían ser más eficientes que los no especializados. Nuestro análisis aquí no es nada más que un caso particular de la teoría de la especialización de Adam Smith (2007 [1776]).
El objetivo del presente trabajo no es desarrollar la teoría del mercado organizado, ni la teoría del vendedor al por mayor. Sin embargo, sí considero que ambos son prima facie argumentos que se añaden a mi demostración anterior y que son temas extremadamente interesantes para su posterior investigación.

Conclusiones

Hemos demostrado en el presente trabajo que el atesoramiento es una forma particular de acumulación de capital, que permite a los empresarios alargar la estructura de producción y aumentar el crecimiento económico futuro. Sin embargo, argumento que el atesoramiento implica necesariamente un periodo más largo de tiempo entre el momento en que los recursos son ahorrados y el momento en el que se llevan al mercado los nuevos bienes de consumo (es decir, hay crecimiento económico) frente al caso en el que los recursos ahorrados serían invertidos a través del sistema bancario (o cualquier otro tipo de inversión directa).
La razón por la que ocurra esto reside en las características concretas de la economía monetaria. Cuando la gente atesora efectivo, la única manera de que los empresarios puedan emplear las fuerzas productivas recién ahorradas es a través de un aumento en el poder adquisitivo de la unidad monetaria. Pero esto implica un cambio gradual en prácticamente todos los precios en una economía, un proceso que necesariamente consume tiempo.
Por otro lado, al usar el sistema bancario para ahorrar dinero, los intermediarios financieros pueden adaptarse casi inmediatamente el tipo de interés del mercado y suministrar a los empresarios los recursos necesarios para alargar la estructura de producción. De esta manera la demora temporaL antes explicaba se reduce y el crecimiento económico será algo más rápido porque el tipo de interés del mercado puede ajustarse antes que toda la estructura de precios. El hecho de que los bancos sean también productores de servicios especializados y de que el mercado financiero sea un mercado organizado son argumentos suplementarios que se suman a la presente demostración. Ambos representan eventuales direcciones para una posterior investigación.

Referencias

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Rothbard, Murray N. 1962. Man, Economy and State with Power and Market. 2ª ed. Auburn: Ala.: Ludwig von Mises Institute, 2009. [Publicado en España como El hombre, la economía y el estado (Madrid: Unión Editorial, 2011)].
Schumpeter, Joseph A. 1934. Theory of Economic Development. Cambridge: Harvard University Press.
Smith, Adam. 1776. An Inquiry into the Nature and Causes of the Wealth of Nations. 4ª ed.: Ámsterdam: Metalibri, 2007. [Publicado en España como Una investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones (Madrid: Tecnos, 2009)].
Strigl, Richard von. 1934. Capital and Production. Viena: Julius Springer.
Wicksell, Knut. 1989. Interest and Prices. Nueva York: Sentry Press. [Publicado en España como La tasa de interés y el nivel de los precios (Madrid: Aosta, 2000)].

El artículo original se encuentra aquí.

[1] Probablemente sería excesivamente simple decir que la producción total es una función de capital y trabajo, como indica la función familiar de Cobb-Douglas (Cobb y Douglas, 1927=. Aunque no podemos determinar una relación numérica entre las os variables, parece claro que hay una relación directa entre acumulación de capital y crecimiento económico.
[2] Dos excepciones extremadamente interesantes serían aquí J. A. Schumpeter y Carl Menger. Schumpeter (1934) se diferenciaba del “cuerpo principal” de la Escuela Austriaca centrándose en la innovación tecnológica (¡y no en la acumulación de capital!) como principal determinante del crecimiento económico. Aunque sí menciona que hay una fuerte relación entre crédito y crecimiento, el “ahorro” como tal no desempeña un papel importante en promover la innovación, que es para Schumpeter la fuerza motriz del desarrollo económico (Croitoru, 2012, pp. 142–143). Carl Menger es el otro mimebro de la Escuela Austriaca que no apoya la teoría del capital de Böhm-Bawerk (Hayek, 2009 [1941], p. 46). En un comentario realizado a Schumpeter por Menger, este último señala que “llegará un momento en que la gente se dé cuenta de que la teoría [del capital y el interés] de Böhm-Bawerk es uno de los mayores errores nunca cometidos” (Endres, 1987, p. 291). Era así principalmente porque la aproximación de Böhm-Bawerk hacia la producción capitalista era mucho más objetivista/materialista que la de su maestro (Endres, 1987).
[3] Para un análisis detallado de la “paradoja del ahorro”, ver Hayek (2008 [1931], pp. 131-189).
[4] Merece la pena mencionar que las dos visiones en conflicto están presentes dentro de la misma escuela de pensamiento. A pesar del hecho de que numerosos investigadores acusan a los “austriaco” de ser demasiado dogmáticos, se puede demostrar fácilmente que hay un amplio desacuerdo entre sus principales defensores, incluso sobre puntos críticos de discusión.
[5] Es verdad que la persona tiene una tercera opción posible, que es el atesoramiento no monetario. Este sería la acumulación algo patológica de bienes físicos sin un objetivo claro en mente. Sin embargo, consideramos este es solo un fenómeno marginal y por tanto tiene un impacto inapreciable sobre un nivel agregado.
[6] La terminología aquí empleada es esencialmente keynesiana. Hayek (2008 [1931], pp. 442, 443) empleados mismos términos en sus Reflexiones sobre la teoría pura del dinero de Keynes:
Está claro que los receptores de rentas deben tomar una decisión: pueden gastar en bienes de consumo o pueden evitar hacerlo. En la terminología de Mr. Keynes, esta última actividad constituye ahora. En la medida en que sea ahorrar en este sentido, tienen la ulterior alternativa entre lo que uno calificaría normalmente como atesoramiento y la inversión o, como decide llamarla Mr. Keynes (por qué para empleado estos términos más familiares para dos conceptos), entre “depósitos bancarios” y “valores”.
Sin embargo, el lector cuidadoso observará inmediatamente que el análisis no es keynesiano. Para Keynes una disminución/aumento en el ahorro se supone que es el único factor independiente que afecta a una estructura relativamente rígida de producción (Hayek, 2008 [1931], p. 429). El objetivo del presente artículo es precisamente analizar cómo se adapta la estructura de producción a distintos estímulos monetarios. Estamos de acuerdo en este sentido con Milton Friedman, quien señala en una entrevista que uno de los beneficios de la influencia de Keynes sobre la teoría económica fue el hecho de que desarrolló una terminología que resultó útil incluso para aquellos economistas que no estaban de acuerdo con su teoría (Blaug, 1990, p. 89).
[7] Digo normalmente porque, al menos teóricamente, existe la posibilidad de que el atesoramiento pueda venir de la desinversión. Pero, para mí, este es un resultado bastante improbable. ¿Por qué elegiría racionalmente el inversor liquidar sus inversiones y mantener el efectivo almacenado durante una cantidad significativa el tiempo? Esto significaría que elige voluntariamente renunciar a la cantidad que usó para recibir como retorno de su inversión pasada, para no conseguir ninguna renta. La única razón probable que puedo pensar para una acción así sería el hecho de que nuestro supuesto inversor necesitara realizar un pago inminente (es decir, que necesitara liquidez para comprar alguna otra cosa), ya sea para un bien de consumo o para otra inversión. En este caso, el atesoramiento que genera es un fenómeno extremadamente transitorio y puede olvidarse en nuestro análisis.
[8] Para un análisis detallado con respecto a los cambios inducidos por el efectivo y por los bienes en el poder adquisitivo ver La acción humana, de Ludwig von Mises (1998 [1949], pp. 419-424).
[9] Acepto totalmente que probablemente sea más riguroso desde un punto de vista teórico definir el crecimiento económico como un aumento en el valor General en una sociedad. Pero el cálculo monetario es la única manera en la que puede estimarse valor en una economía compleja y, como he explicado antes, las variaciones en el poder adquisitivo de la unidad monetaria pueden hacer a este concepto casi inútil en la práctica.
[10] Estaría tentado de usar la expresión “demora” para describir este proceso de ajuste de la estructura de precios desde el anterior punto de equilibrio al nuevo punto de equilibrio. Sin embargo, esta probablemente no sería la mejor opción estratégica porque esta noción da una connotación econométrica al fenómeno, que por su naturaleza específica es incuantificable.
[11] Para un análisis sistemático de las leyes de tendencia desde la perspectiva del pensamiento económico, ver Blaug (1997, pp. 59-62). Para una investigación detallada del papel de las construcciones imaginarias (incluyendo el modelo de equilibrio final) ver Mises (1998 [1949], pp. 236-251).
[12] Estuve tentado de incluir aquí también una tercera referencia, que es la tesis famosa de Böhm-Bawerk (1930, p. 20) de que los procesos de producción más largos son necesariamente más productivos desde un punto de vista físico. Sin embargo, esta ya estaba incluida en la obra de Hayek (2008 [1931], p. 156): “La proposición de que el ahorro solo puede producir un aumento en el volumen de producción al permitir una ‘indirectitud’ mayor y más productiva de los métodos de producción ha sido demostrada tan fehacientemente por el análisis clásico de Böhm-Bawerk que no requiere un mayor examen”.
[13] De acuerdo con algunas fuentes (Hayek, 2008 [1931], p. 454; Ahiakpor, 2009, p. 167), este tipo de análisis en el que el tipo de interés del mercado difiere del tipo de interés de equilibrio está originalmente asociado al economista sueco Knut Wicksell..
[14] Evito voluntariamente la banca de reserva fraccionaria porque permite la posibilidad de expansión del crédito, en cuyo caso el tipo de interés del mercado puede desviarse de manera prácticamente permanente de su nivel de equilibrio.
[15] Argumentaré más adelante en el artículo que está presente en ambos escenarios una tendencia subyacente a empujar al mercado al mismo punto de equilibrio, pero que los dos “caminos” hacia este punto son bastante diferentes.
[16] Se ven estimulados a seguir este curso de acción por las variaciones en el valor presente neto de distintos proyectos de investigación. Una disminución en el tipo de interés del mercado, que en este escenario coincide con el tipo puro de interés, hace más atractivos para los inversores los procesos de producción más largos. Ahora tienen el poder adquisitivo necesario para apartar recursos de los procesos de producción que estén más cerca de los consumidores finales, hacía etapas superiores de producción. Para un análisis detallado sobre el papel del valor presente neto en la economía austriaca, ver Fuller (2013).
[17] Repito que estoy utilizando el término factor perturbador no porque el atesoramiento sea perjudicial para la economía, sino porque es una variación temporal que se superponen a la tendencia a largo plazo.
[18] Los economistas han usado multitud de nombres para referirse al tipo de interés de equilibrio, incluyendo, pero no limitándose a: interés originario (Mises, 1998 [1949]), tipo natural de interés (Wicksell, 1989) o tipo puro de interés (Rothbard, 2009 [1962]). Independientemente de la denominación, todos los términos se refieren al mismo fenómeno subrayado, es decir, el tipo de interés que se forma después de que todas las tendencias actuales hayan completado su rumbo y no se produzcan más cambios en los datos de mercado.
[19] Por supuesto, me refiero aquí a un sistema bancario no inflacionista. Si los bancos usan sus privilegios de reserva fraccionaria para crear una expansión artificial del crédito, los beneficios antes mencionados de la velocidad indudablemente se verán sobrecompensados por las consecuencias negativas del ciclo de auge y declive. Para un análisis detallado de los efectos negativos del ciclo económico, ver la teoría de Mises-Hayek de las crisis económicas (Mises, 1998 [1949]; Hayek, 2008 [1931])

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