El Papa contra marxistas, nazis y liberales
Carlos Rodríguez Braun comenta las opiniones del Papa Francisco acerca del chavismo y del liberalismo económico.
Los antiliberales que saludaron las críticas del Papa Francisco al liberalismo en su entrevista en El País deberían haber leído con cuidado sus declaraciones, igual que los liberales deberían haber leído mejor a Juan Pablo II, como apunté en un artículo anterior en Actuall.
Francisco rechazó explícitamente el marxismo a propósito de la llamada teología de la liberación, y saludó a los mercaderes: “El intermediario es el que tiene por ejemplo una oficina de compra y venta de inmuebles, busca quién quiere vender una casa y quién quiere comprar una casa, se ponen de acuerdo, cobra la comisión, hizo un buen servicio, pero gana siempre algo, y tiene derecho porque es su trabajo”.
Esa frase la secundaría cualquier liberal, igual que aplaudiría otra idea liberal del Santo Padre, que es su encendido elogio a la clase media: “la gente que vive de su trabajo con dignidad, que cría a sus hijos, que entierra a sus muertos, que cuida a los abuelos, que no los encierra en un geriátrico, esa es nuestra santa clase media”.
Veamos ahora dos chocantes análisis políticos del Papa. Dice que el populismo es “una palabra equívoca… Para mí el ejemplo más típico de los populismos en el sentido europeo de la palabra es el 33 alemán”. Mientras que en América Latina “significa el protagonismo de los pueblos, por ejemplo, los movimientos populares. Se organizan entre ellos… es otra cosa”. No se entiende que no reconozca que el chavismo o el peronismo no son simplemente “movimientos populares” que “se organizan entre ellos”. Son algo más. Pero, sea como fuere, quedó clara la hostilidad del Santo Padre hacia el nazismo.
Y, por fin, el punto más extraño: “evidentemente, hoy día Latinoamérica está sufriendo un fuerte embate de liberalismo económico…esta economía mata. Mata de hambre, mata de falta de cultura. La emigración no es solo de África a Lampedusa o a Lesbos. La emigración es también desde Panamá a la frontera de México con EE.UU. La gente emigra buscando. Porque los sistemas liberales no dan posibilidades de trabajo y favorecen delincuencias. En Latinoamérica está el problema de los cárteles de la droga, que sí, existen, porque esa droga se consume en EE.UU. y en Europa. La fabrican para acá, para los ricos, y pierden la vida en eso”.
¿Qué pudo haber querido decir el Papa en esa frase con “liberalismo económico”? Evidentemente, no pudo querer decir lo que habitualmente interpretamos por ello, porque nadie diría que América Latina es más liberal que Estados Unidos, y África más liberal que Europa, que es lo que parece sugerir el Papa.
América Latina es muy plural: cuando el Santo Padre denuncia que allí se enseñorea el liberalismo económico, ¿se refiere a Venezuela, Cuba, Bolivia, o su Argentina natal bajo los Kirchner? No lo sé. Dice: “África es el símbolo de la explotación”. Pero África es un continente donde se han reducido las cifras de la pobreza notablemente en las últimas dos décadas. Parece relacionar el liberalismo con las drogas, que efectivamente se consumen en los países ricos, pero en todas partes están prohibidas por los Estados.
Los admiradores izquierdistas del Papa, que nunca toman en cuenta sus matices, igual que nunca subrayan su crítica contra el aborto, lo toman como si fuera un socialista más, partidario de impuestos cada vez más altos. Pero, así como la Iglesia nunca puede ser de unos y no de otros, nunca puede ser de los antiliberales y no de los liberales, el Papa Francisco, como vimos, es capaz de lanzar mensajes liberales, de saludar a los comerciantes y de pedir un papel subsidiario del Estado.
Por fin, la prédica de Francisco contra el “dios dinero” es una parte crucial de su mensaje: siempre está advirtiéndonos contra ese falso dios. Y hace bien. Pero el dios dinero es un falso dios siempre: no vayamos a adorarlo cuando el dinero, en vez de estar en los bolsillos de la gente, es acumulado en los del Estado.
Este artículo fue publicado originalmente en Actuall (España) el 1 de marzo de 2017.
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