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viernes, 17 de abril de 2015

Errores intelectuales en el populismo

 
 Errores intelectuales en el populismo (I)
  
El catedrático Carlos Rodríguez Braun ha comentado dos errores económicos que observa en una carta del Papa Francisco I al director general de la FAO (Organización de Naciones Unidas para la Alimentación), debido a que parece mostrar una incomprensión sobre el funcionamiento de los sistemas de producción y de consumo en las sociedades abiertas y sobre el mecanismo de formación de los precios en el orden de mercado, que son alterados por la intervención del orden político.
 
Existen estudios académicos, como el Doing Business y el Index of Economic Freedom que, anualmente, analizan y demuestran la relación directa entre el crecimiento sociocultural y económico que alcanzan los países y la evolución de su marco institucional hacia altos niveles de libertad empresarial, comercial y fiscal, la disminución del tamaño y las competencias del Estado, la calidad del dinero, la captación de inversiones y financiación, la flexibilización del mercado laboral, la protección de los derechos de propiedad y, también, los bajos niveles de corrupción política.
 
Por dicho motivo, sorprenden los discursos populistas del Papa Francisco I porque caen con excesiva reiteración en errores intelectuales al tratar los asuntos económicos y al intentar explicar el orden de mercado y el comercio internacional entre sociedades abiertas, que es el único instrumento terrenal que permite erradicar la pobreza.
 
Quizás el Papa Francisco I trata de denunciar el socialismo de mercado o el capitalismo de Estado que se distinguen por el intervencionismo político, que merma los procesos de creatividad y coordinación empresarial y, por tanto, impide un mayor crecimiento sociocultural y económico en los países, tal y como muestran los mapas de la libertad económica.
 
Por ello, sería muy recomendable que ajustase bien sus discursos y se dejase asesorar por intelectuales de la talla de Juan Velarde, Pedro Schwartz, Carlos Rodríguez Braun, Jesús Huerta de Soto... para intentar realizar una aproximación más académica a la eficiencia dinámica en economía; evitando manifestaciones públicas populistas, que sólo favorecen el apuntalamiento de los líderes políticos intervencionistas y el impulso de los movimientos revolucionarios en los países que afrontan crisis económicas y financieras.
 
Siempre es preferible que los líderes religiosos cristianos concentren sus esfuerzos en el fortalecimiento espiritual del cristianismo con la práctica de la eucaristía, la comunión con el cuerpo y la sangre de Jesucristo, y los valores morales tradicionales, fijos y absolutos, que transcienden el hecho religioso porque constituyen las instituciones morales de la sociedad civilizada como el respeto por los derechos individuales a la vida, la familia, la libertad, la propiedad, la igualdad de trato ante la ley, la función empresarial, el dinero de calidad, el comercio internacional...
 
El premio Nobel de 1974, Friedrich A. Hayek, señalaba en su obra La fatal Arrogancia, Los errores del socialismo (2010) [1997] que el cristianismo era guardián de la tradición porque permitía que arraigasen instituciones morales o patrones de comportamiento adquirido que generaban (y eran generados) por la sociedad civilizada.
 
Su maestro, Ludwig von Mises, argumentaba en la obra Teoría e Historia: una interpretación de la evolución social y económica (2003) [1957] que:
Nada hay en ninguna doctrina moral ni en las enseñanzas de ninguno de los credos que se basan en los Diez mandamientos que pueda justificar la condena de un sistema económico que ha multiplicado la población y que proporciona a las masas de los países capitalistas el más alto nivel de vida jamás alcanzado en la historia. Desde el punto de vista religioso la disminución del índice de mortalidad infantil, la prolongación de la vida, el éxito en la lucha contra plagas y enfermedades, la desaparición del hambre, del analfabetismo y de la superstición hablan en favor del capitalismo. Está bien que las iglesias deploren la pobreza de las masas en los países atrasados. Pero están muy equivocadas cuando dan por sentado que cualquier sistema puede terminar con la pobreza de estas infortunadas gentes ... muchos de ellos creen que la ignorancia de la economía no constituye obstáculo para ocuparse de cuestiones económicas. (Mises, 2003: p. 347).
Ambos economistas austriacos, tanto Ludwig von Mises [1] como Friedrich A. Hayek [2], señalaban que es importante cuidar el lenguaje y los mensajes implícitos en el uso del mismo por las consecuencias no queridas que tienen las ideas erróneas, cuando arraigan entre la población y las autoridades y, por tanto, cuando determinan el devenir político y económico de los países hacia el socialismo y el intervencionismo que generan la pobreza y el hambre y, en muchos casos, los encarcelamientos y las muertes de cientos de miles de ciudadanos.
 
 
 
Errores intelectuales en el populismo (II)
 
El catedrático Jesús Huerta de Soto destaca en la revista Actualidad Económica [1][2] como, a pesar de la caída del Muro de Berlín y del fracaso económico del comunismo, seguimos viviendo en un mundo esencialmente socialista, dado que siguen prevaleciendo las políticas intervencionistas que coaccionan las libertades en el orden de mercado.
Efectivamente, el consenso socialdemócrata que imponen los partidos estatistas, pretende conciliar dos mundos opuestos: la economía de mercado con millones de interacciones e intercambios libres entre los ciudadanos, junto con el intervencionismo político y la redistribución de la riqueza con tamaños de Estado Minotauro superiores al 40% del PIB en muchos países e, incluso, cercanos o superiores al 50% del PIB en Europa.
 
1. Socialismo como error intelectual
 
Desde el punto de vista del análisis económico, el catedrático Jesús Huerta de Soto define el socialismo como: “todo sistema de agresión institucional y sistemática en contra del libre ejercicio de la función empresarial”.
 
Al igual que los economistas austriacos Ludwig von Mises y Friedrich Hayek, nos recuerda los cuatro errores intelectuales por los que yerran los políticos intervencionistas cuando «guían» los países hacia la imposibilidad de cálculo económico en el socialismo:
  1. El volumen de información del mercado es inmenso con millones de ciudadanos interactuando en un orden extenso, complejo y abierto de colaboración humana y, por ello, es imposible que un órgano director (Estado-Administración) se haga con toda la información que necesita para planificar y dar contenido eficiente a los mandatos coactivos.
  2. Además de inmensa, la información del mercado que generan los ciudadanos no es objetiva sino subjetiva y de naturaleza tácita.
  3. La información empresarial futura, sobre lo que pase mañana, todavía no se ha creado hoy, y está en constante variación debido a la naturaleza creativa de la función empresarial, por lo que no se puede transmitir a los gobernantes hoy para coordinar bien el mañana.
  4. La información del mercado se bloquea, dificulta e imposibilita mediante los mandatos coactivos, distorsionando y mermando la creación empresarial de información y, por tanto, disminuyendo e incluso anulando el crecimiento sociocultural y económico en función del grado de intensidad del colectivismo socialista que el órgano central (Estado-Administración) imponga sobre la población.
2. Populismo como error intelectual
 
En todo caso, si la esencia del socialismo es la coacción institucional, su mejor herramienta de comunicación es el populismo que ofrece siempre recetas mágicas a los problemas sociales y que, siempre, aumentan el tamaño del Estado-Administración, la corrupción de los políticos y los privilegios de sus redes clientelares.
 
Se pueden analizar ambos cientismos como las dos caras de una misma moneda, el populismo es la cara política voluntarista (engañosa y aparentemente benigna) y el socialismo es la cruz de la realidad económica de los mandatos coactivos, por la disminución de los intercambios y la imposibilidad de función empresarial.
 
El populismo y el socialismo son las mayores lacras que afrontan la evolución sociocultural de las sociedades civilizadas porque llevan al poder a los políticos intervencionistas usando inmoralmente los instintos más primarios del hombre como: el miedo en las crisis económicas, el enemigo común (interior o exterior) en los momentos de incertidumbre, el altruismo social o la solidaridad con los más desfavorecidos para mantener los regímenes colectivistas que merman la riqueza y guían hacia la pobreza, el hambre y la miseria.
 
Apelando a los instintos primarios del pueblo, las soluciones del populismo son siempre las recetas intervencionistas del socialismo que, ingenua o torticeramente, conducen siempre hacia el estatismo o, si se prefiere, hacia el crecimiento desaforado del tamaño del Estado.
 
Podemos observar en Iberoamérica como son mayoría los líderes populistas (Juan Domingo Perón, Fidel Castro, Daniel Ortega, Hugo Chávez, Evo Morales, Rafael Correa, Cristina Fernández de Kirchner…) que anulan o merman el desarrollo sociocultural y económico de los países porque exaltan las supuestas bondades del papel totalitario del Estado, como un ente proveedor oficial de la “solidaridad” social y de los medios necesarios para alcanzar el “Paraíso en la Tierra”: nacionalizando sectores productivos y redistribuyendo la riqueza, invadiendo todos los rincones de la vida privada de la población y, por tanto, extrayendo los recursos privados de las familias y pequeñas y medianas empresas para beneficio de las oligarquías de los partidos políticos que asolan el crecimiento económico de cada país.
 
Desgraciadamente, en Europa, con la crisis económica y financiera, están emergiendo también las propuestas políticas populistas de Syriza en Grecia, Podemos en España, Movimiento Cinco Estrellas en Italia o Frente Nacional en Francia, coincidiendo en las recetas socialistas, tanto la extrema izquierda como la extrema derecha
 
3. Mensajes y lenguaje populista
 
Dejando a un lado las ideologías o religiones seculares de la política, también pueden analizarse los mensajes y el lenguaje populista en otros ámbitos como el de las religiones tradicionales.
 
Friedrich Hayek destacaba el relevante papel del cristianismo como «guardián de la tradición», por su contribución determinante en el arraigo del ethos común de las sociedades civilizadas.
 
Por ello, considero importante analizar algunos errores intelectuales contenidos en los mensajes y el lenguaje populista que está difundiendo el Papa Francisco I, porque una gran parte de la población sigue sus mensajes semanalmente sin acertar a distinguir si se trata de preceptos espirituales o bien de errores temporales en economía política.
 
a) Derechos sagrados
 
A modo de ejemplo, en el Encuentro Mundial de los Movimientos Populares, que fue celebrado en Roma el pasado 28 de octubre de 2014, en presencia del presidente de Bolivia, Evo Morales, el discurso populista del Papa afirmaba lo siguiente:
Este encuentro nuestro responde a un anhelo muy concreto, algo que cualquier padre, cualquier madre quiere para sus hijos; un anhelo que debería estar al alcance de todos, pero hoy vemos con tristeza cada vez más lejos de la mayoría: tierra, techo y trabajo. Es extraño pero si hablo de esto para algunos resulta que el Papa es comunista.
No se entiende que el amor a los pobres está al centro del Evangelio. Tierra, techo y trabajo, eso por lo que ustedes luchan, son derechos sagrados. Reclamar esto no es nada raro, es la doctrina social de la Iglesia. Voy a detenerme un poco en cada uno de éstos porque ustedes los han elegido como consigna para este encuentro.
Sin duda, sus discursos religiosos son bienintencionados pero, inconscientemente, al emplear discursos populistas, el Papa Francisco I pudiera parecer que cae en el error intelectual del marxismo porque llega a elevar a sagrados el derecho a la tierra, el techo y el trabajo.
 
Obviamente, nadie negaría que estas cuestiones son importantes para el bienestar material de las personas pero, desde el punto de vista del arraigo de una sociedad civilizada, abierta y libre, nunca pueden equipararse a los derechos individuales (fundamentales y sagrados) a la vida, a la libertad, a la propiedad y a la igualdad de trato ante la ley que están en un plano moral superior, dado que son inalienables e inseparables, inmanentes e intrínsecos, de la naturaleza de un hombre libre que, moral y legalmente, nunca pueden depender del arbitrio subjetivo de los dirigentes de un país.
 
Sin duda, es peligrosa la ingenuidad al referirse a los derechos “sociales” como los principios rectores de la economía política de los países. Todavía más peligroso hubiese sido referirse directamente a la supuesta necesidad de la intervención política sobre la economía para combatir las causas estructurales de la pobreza en el mundo, cuando es precisamente la intervención del Estado sobre el mercado libre lo que impone una suerte de socialismo de mercado o de capitalismo de Estado.
 
b) Orden de mercado y libertad
 
Por ello, antes de lanzar discursos populistas, los asesores del Papa Francisco I debieran documentarse bien para constatar cómo, en las últimas décadas, el orden de mercado ha posibilitado la implementación de desarrollos tecnológicos y la globalización del transporte, las comunicaciones y la información que han incrementado el comercio y la riqueza mundiales y, consecuentemente, han disminuido exponencialmente el número de pobres en el planeta a pesar de la intervención de los políticos.
 
Éstas, y no otras, son las bases fundamentales del crecimiento sociocultural y económico de los países que, generación tras generación, permiten gradualmente salir de la pobreza a las familias mediante el trabajo, el esfuerzo y el sacrificio de cada persona que las forma, y que luchan por vivir en libertad y en paz.
  
c) Caridad en la eficiencia económica dinámica
 
En repetidas ocasiones, a los asistentes al Encuentro Mundial de los Movimientos Populares, el Papa les regaló los oídos con nuevos errores intelectuales empleando la palabra “solidaridad” (social) en lugar del término “caridad” (individual). Decía así el Papa Francisco I:
Solidaridad es una palabra que no cae bien siempre, yo diría que algunas veces la hemos transformado en una mala palabra, no se puede decir; pero es una palabra mucho más que algunos actos de generosidad esporádicos. Es pensar y actuar en términos de comunidad, de prioridad de vida de todos sobre la apropiación de los bienes por parte de algunos. También es luchar contra las causas estructurales de la pobreza, la desigualdad, la falta de trabajo, la tierra y la vivienda, la negación de los derechos sociales y laborales.
Sin embargo, la denominación “caridad” (individual) es más precisa y refiere directamente a la ayuda de las parroquias y misiones cristianas, que se proporciona mayoritariamente desde el sector privado. Empero, no son los envíos de ayuda estatal que se pierden en el camino de la corrupción, sino que son las misiones de caridad religiosa las entidades que mejor ayudan a los personas pobres. De hecho, los países pobres se caracterizan por contar con un marco institucional corrompido por el orden político y que impide el proceso de creatividad y coordinación del orden de mercado.
 
El proceso de creación de riqueza es lo que se denomina eficiencia dinámica en Economía y se produce en el orden de mercado de una sociedad civilizada y, de modo especial, cuando hay mínima (o nula) intervención del orden político.
 
 
Errores intelectuales en el populismo (III)
 
En la conferencia Ayuda al Desarrollo y Pobreza, organizada por el Centro Diego Covarrubias junto con el Instituto Juan de Mariana, José Ramón Ferrandis expuso magistralmente que un buen gobierno o, si se prefiere, que un buen marco institucional es una condición sine qua non para el crecimiento económico de los países.
 
1. Marco institucional
 
El marco institucional es el primer vector de crecimiento económico de los países y permite que arraiguen adecuadamente los otros tres vectores de desarrollo que son la inversión extranjera, la aportación de los inmigrantes y el impulso del turismo.
 
Estos cuatro factores crearon el “milagro alemán” después de la Segunda Guerra Mundial y, también, generaron el “milagro español” durante los años 60 y 70 del siglo XX y, como también señala José Antonio de Aguirre en su obra El Capitalismo y la Riqueza de las Naciones, en mayor o menor medida, actúan como los impulsores de la riqueza de las naciones, teniendo en cuenta dentro del marco institucional de cada país que deben darse requisitos fundamentales para el desarrollo económico como el cumplimiento de la Ley, el dinero de calidad entendido como institución social, la seguridad jurídica de las inversiones, las garantías en el sistema judicial, la facilidad en la creación y gestión de empresas, los bajos niveles de burocracia y de impuestos, la eliminación de barreras comerciales... y, en definitiva, los bajos niveles de intervencionismo político y de corrupción.
 
Estos vectores aportan el capital financiero, técnico y humano necesario para el desarrollo de los países funcionan pero, es importante resaltar que funcionan bien si y sólo si el marco institucional es abierto.
 
2. Populismo religioso
 
Anteriormente, hemos visto como el populismo [1] y el socialismo [2] son las dos caras de la misma moneda intervencionista, pretendiendo «guiar» la sociedad abierta y libre hacia la sociedad colectivista y cerrada lo que conduce hacia la pobreza a los países.
 
Vimos que, desde la perspectiva del análisis de la economía política orientada a la consecución de la eficiencia dinámica, es importante la repercusión de los mensajes religiosos porque pueden dar soporte moral a la existencia de una sociedad civilizada pero, también, sin pretenderlo, pueden justificar los movimientos revolucionarios que «guían» la colectivización de los países.
 
Continuando con el análisis del discurso populista que está empleando el Papa Francisco I, podemos observar como con excesiva frecuencia cae en el error intelectual de la complacencia con los líderes políticos utópicos, cuando justifica la pobreza de los países pobres empleando las ideas del recientemente fallecido Eduardo Galeano, en lugar de exhortarles a que mejoren el marco institucional de cada país hacia la democracia, la dispersión pluralista del poder y la eliminación de la corrupción para que lleguen las empresas y las inversiones que crean la riqueza de los países.
 
En el año 1971, éste escritor populista de izquierdas publicó el ensayo Las venas abiertas de América Latina, que exaltaba las ideas marxistas de lucha de clases que movilizaron a miles de jóvenes latinoamericanos a empuñar las armas y luchar por un mundo mejor, que desembocaba en las dictaduras comunista de Cuba o Venezuela que oprimen las libertades de la población y llevan el pobreza, la miseria y el hambre a los pueblos, simplemente por aplicarse la imposibilidad de cálculo económico en el socialismo.
 
3. Empresarialidad, esfuerzo y trabajo frente a la lucha de los pueblos
 
En el Encuentro Mundial de los Movimientos Populares, que fue celebrado en Roma el pasado 28 de octubre de 2014, en presencia del presidente de Bolivia, Evo Morales, el discurso populista del Papa Francisco I criticaba a la institución del dinero como la causa principal de todos los males del hombre sin advertir que, lamentablemente, se trata de una institución del orden de mercado que está alterada y sometida a la intervención de los bancos centrales y los gobiernos.
 
A continuación, sin razonar su ataque a la institución del dinero, el Papa reafirmó su confianza en la solidaridad (social) y en el cambio de la historia desde los movimientos populares:
Es enfrentar los destructores efectos del Imperio del dinero: los desplazamientos forzados, las emigraciones dolorosas, la trata de personas, la droga, la guerra, la violencia y todas esas realidades que muchos de ustedes sufren y que todos estamos llamados a transformar. La solidaridad, entendida, en su sentido más hondo, es un modo de hacer historia y eso es lo que hacen los movimientos populares.
Incluso exhortó a la lucha de los pueblos por los derechos sociales que, previamente, había catalogado como sagrados:
Este encuentro nuestro no responde a una ideología. Ustedes no trabajan con ideas, trabajan con realidades como las que mencioné y muchas otras que me han contado... tienen los pies en el barro y las manos en la carne. ¡Tienen olor a barrio, a pueblo, a lucha! …
Yo los acompaño de corazón en ese camino. Digamos juntos desde el corazón: Ninguna familia sin vivienda, ningún campesino sin tierra, ningún trabajador sin derechos, ninguna persona sin la dignidad que da el trabajo. Queridos hermanas y hermanos: sigan con su lucha, nos hacen bien a todos. Es como una bendición de humanidad.
El discurso fue realmente desafortunado al caer en el populismo que gusta a los políticos utópicos, en vez de ensalzar la fuente de la caridad que está en las familias y los emprendedores que hacen negocios y crean empresas, generan trabajos y, honradamente, permiten que los trabajadores obtengan salarios, techos y tierras, mediante la gestión empresarial, el esfuerzo laboral, la austeridad en el gasto y el ahorro privados, que posibilitan nuevos proyectos e inversiones que, a su vez, crean mayor riqueza en los países y que son el único medio “civilizado” de crear riqueza.
 
4. Derechos individuales como valores morales cristianos
 
Después de analizar estos mensajes utópicos en el área de la economía, muchos cristianos echamos en falta que el Vaticano haga sus discursos más osados, firmes y directos, a la hora de aglutinar y movilizar a los ciudadanos y pueblos de Occidente en la defensa de los valores morales cristianos que están constituidos por los derechos individuales (sagrados y fundamentales) a la vida, a la libertad, a la propiedad y a la igualdad de trato ante la ley.
 
Especialmente, considerando que los derechos individuales están diluyéndose en Europa y América por medio del ateísmo, la eugenesia, la eutanasia o la ideología del género. Y están destruyéndose en Irak y Siria por el Estado Islámico con robos, incendios, secuestros, violaciones, asesinatos y degollamiento de cristianos, caldeos, kurdos...
 
Quizás sea fruto del relativismo de los líderes occidentales que la cultura cristiana sea conducida irremediablemente hacia la sumisión ideológica y demográfica al islamismo radical en Europa.
Precisamente, por ello, resulta asombroso que el Papa Francisco I hiciese referencias simbólicas en el mencionado discurso, porque parecen «guiar» hacia una escala de valores variable y moldeable:
Por eso a mí me gusta la imagen del poliedro, una figura geométrica con muchas caras distintas. El poliedro refleja la confluencia de todas las parcialidades que en él conservan la originalidad. Nada se disuelve, nada se destruye, nada se domina, todo se integra, todo se integra. Hoy también están buscando esa síntesis entre lo local y lo global.
Esta última reflexión permite traer a colación la importancia de que el discurso de la jerarquía de la Iglesia Católica sirva mejor a la comunión en Jesucristo y, por tanto, sus mensajes se centren en el ethôs tradicional que se encuentra en la defensa de los valores morales fijos y absolutos de la vida, la familia, la libertad, la propiedad o la igualdad de trato ante la ley que son los verdaderos derechos sagrados que se derivan de los Evangelios por el Amor a Díos y al prójimo:
En aquel tiempo, los fariseos, al oír que había hecho callar a los saduceos, se acercaron a Jesús y uno de ellos le preguntó para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?». Él le dijo: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser». Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: «Amarás al prójimo como a ti mismo». Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los profetas.
(Mateo 22, 34-40)
Dado que el reino de Dios no es de este mundo, algunos cristianos entendemos que la Iglesia tendría que centrarse en salvar las almas mediante la comunión en Jesucristo, la misericordia y la caridad cristianas para encontrar el “paraíso en el Cielo”, situado más allá del poder terrenal, en lugar de enfangarse en los asuntos ideológicos que intentan proveer un “paraíso en la Tierra”.
 
5. Cristianismo como guardián de la sociedad civilizada
 
Probablemente, algún ateo furibundo se eche encima del artículo por emplear citas religiosas. Sin embargo, el economista austriaco Friedrich Hayek consideraba al cristianismo como «guardián de la tradición» y sus valores morales los responsables de la existencia de la sociedad civilizada, abierta y libre.
 
Se quiera o no, hay hechos que son irrefutables. Las aterradoras noticias sobre el Estado Islámico y la destrucción de los vestigios de civilización que está ejerciendo en Siria y en Iraq, con varias ramificaciones hacia otros países como Túnez, Yemen, Somalia, Egipto, Nigeria... confirman plenamente la importancia del cristianismo y de los valores cristianos como las bases morales de la civilización occidental frente a la barbarie.
Por el bien de la sociedad civilizada, abierta y libre, es necesario debatir, comentar y, llegado el caso, refutar los errores intelectuales que pueden perjudicar las instituciones morales generadas por un lento proceso de evolución sociocultural que ha durado miles de años. El cristianismo tiene todavía mucho que decir en el arraigo de la sociedad civilizada en Occidente.
 
 
 
 

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